miércoles, 17 de septiembre de 2008

Pon un señor Bacardi en tu vida

Es mi máxima. Y que te monte un chalete, que te trate como una reina, que te lleve a Cibeles con unos guardaespaldas como los de Madonna y que te sujeten las compras y el celular si cabe. Y lo más importante y obvio, que te prepare un copazo cuando estés así como depre o cuando haya que ponerse a procrear que, ya sabéis, que una necesita aturdirse para esas cosas, que se riza el cabello con el trajín y no estamos para más gastos en Cheska. Porque, desengañaros, estos señores, llevan un traje de corte perfecto, pero procrean y me parece fenomenal, fíjate. De hecho, en un momento puede ser, incluso, placentero. ¡Viva los señores de Bacardí! He dicho. Llegué a esa conclusión en el kissing room de Grey Goose junto a Carmen Duerto, ambas con un cocktail de sandía entre las manicuras francesas porque, desengañaros también, somos como Candice Bergen y Jackeline Bisset: ricas, famosas y pelín alcohólicas. En un tris estuvimos de pedirles cita. Los teníamos, a los 25, con sus cargos ideales, sus cortes a cuchilla ideales y sus sastres ideales, a dos milímetros escasos de nuestros escotes ¿cómo unas chicas como nosotras no iban a encontrar pareja? La ecuación era perfecta. Pues porque somos pavas. Pa-vas. No tanto quizás como Elena Tablada, con su pinta de traca y su pantalón de pana rala y pata de elefante, en Sita Mur. Vale, no llevaba eso, pero me da igual. Tenía ese aspecto, como con gorra de pachworth. Aggg. Quisimos que Luis Eduardo Cortés, Presidente ejecutivo de IFEMA y un caballero de los que no quedan, hiciera las labores pero, repito, somos pa-vas y él tenía cosas mejores que hacer como echar un ojito a las burras de EGO, que me gustó su momento moderno con las faldas de plexiglass. Venía de ver el desfile de Carlos Díez, al que fueron también los Bacardí gentlemen, y el cocktail quedaba molotov, como de ponche caballero con pepsi. Aunque, si hablamos de combinaciones, por cierto, ausente en Toñi Salazar, qué decir del torbellino de colores de Marc Ostarcévic, en Guillermina Baeza y Dolores Cortes, desfiles monísimoss, by the way. Del turquesa al verde hoja, del azul bebé al pavo. Gama de fríos para camisa, pañuelo, chaqueta, pantalón y calcetín. Todo ello aderezado con melena leonina en zarcillo sobre unas orejas en marrón chocolate. No me extraña nada que, de la primera fila, pasara a la segunda. Deslumbraba. Es que no estamos acostumbrados al color. Es lo que pasa. Raquel Rodríguez, por ejemplo, pasó del greige de una relación frustrante a un cabello con todos los matices del rubio y el cobrizo de una soltería bien llevada ¿o no es así? Aquí te digo, Marta (Sánchez) que el tema ante beige es elegantón pero, chica, te pedimos más. Para Carmen Calvo, que es rockera y lleva el pelo color violín, vale que una sahariana puede suponerle un esfuerzo que todas apreciamos pero, a ti, te exigimos una falda lapiz como la de Carla Hidalgo o un pantalón fucsia como el de Juan Flan... El caso es que, tanto marear la perdiz, que nos dieron esquinazo y, en esas, encontramos a Juanjo Oliva, un amor y recién Premio L’Oreal a la mejor colección. Entre besos, arrumacos y consejos como “tú, muy Sophia Loren, cari”, echamos el ratito. A Juanjo le dio corte tanta efusividad... Si te digo yo que, cuando le echamos tetas, porque las echamos y cuando no, porque no. Qué difíciles son los hombres...

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