martes, 25 de noviembre de 2008

Moet, Suárez y el deseo


Ay cari tengo una preocupación… Llevo una semanita que parezco Sue Ellen en la puerta del Cortylandia. ¿Mi cabello se verá resentido por el exceso de alcohol etílico? Lo tengo en coma. Lo veo. Lo veo. No me coge la mecha como antes… Es que no hay día que no me beba mi buena botella de Möet Chandon. Mum, que es más rollo Tina de Las Grecas, porque siempre le gustó la lycra más que a Raquel Mosquera un buen bote de 5 litros de Mimosín no te vayas a pensar, dice que nos hacemos enoterapia interna. Rollo irrigaciones. Y al final va a tender razón porque yo me encuentro como en un spa mental, como elástica y transpirada inclusive. Además, en la inauguración en Claudio Coello de Isolé, un tiendón delicatessen donde comprarte un Comme des Garçons como es debido y no un trapo de cocina negro como en H&M mientras tomas un brunch con swedish bread y chutney de mango, conocí al dircom del champagne. Francesito, rubio e ideal y se me subió a la cabeza. La hormona que no las burbujas. Es que estoy efervescente, querida. Y mansa, a un tiempo. Ni ganas tuve de envidiar y vilipendiar a Sylive Van der Vaar, la nueva Mariví Beckham pero, en rubia y en combinación de Svarlowsky. Si parezco una ternerita Kobe, fíjate. Pues, ¿te puedes creer que me comí a una congénere con unas patatitas en estofado? Sí nena, sí. En la Cena de Suárez que es como la Última Cena pero en plan profano. En vez de pan y vino, compartimos rumores y diamantes, que ese es mi cuerpo y mi karma. Antes de la vaca japo, me tomé una merlucita de pincho con unas almejas, como recién pescadas por Emiliano Suárez porque esas manitas deben saber hacer de todo: unos engarces de platino, unos balances económicos, un pil-pil con su perejil y todo y no quiero seguir imaginando esas manitas en mi cuerpo que me pongo loca y él está casado… Si es que, hasta canta el muchacho. Estaba bajando el tiramisú con unos Gin tonics que son como la menta poleo del mundo analcohólico cuando se arrancó con Puccini y fue apoteósico. A me dio una perra con que me susurrara al oído el coro de los esclavos de Aida… Hija, es que mi estilismo era muy Nana Mouskouri y me lo imaginaba cual Lord Byron colonizándome tierras Helenas. Como el chico desconocido de la Infanta pero en trenza. Además, Emiliano iba de total british look. O sea, de Hackett, aunque el jueves dijera en el periódico que iba de David Delfín. Que es que reciclo. Las crónicas. De años pasados. Como el vidrio y el Hola. Así de bien enseñada estoy y Ana Botella está feliz conmigo. Naty Abascal también estaba feliz. Al día siguiente, salía para Nueva York destino Mango. ¿Con aquellos botines de infarto? Usando sus palabras: “Para viajarrr, -dijo-, voy cómoda… Pero no me pongo chándal como Isabel Pantoja” y se partió. Gran verdad. Es que el chándal de felpa no le queda bien a todo el mundo… A I.P, o sea Isabel Preysler, que la otra I.P o sea Isabel Pantoja ya sólo acude a comisarías, la ví intranquila dentro de su belleza serena. ¿Sería porque Adriana Abascal se paseaba como nueva reina por el salón? Herejía, grité! Quise creer que es que no le habían quedado jugosos los sándwiches del cumple de Tamara que está monísima. A ver. Como que me contó Tammy, con Winona Ryder y su bracito gordo delante, que su novio le había regalado un Birkin de Hermés… Y yo que había pensado, rollo ecológica, en un Lauren Bush para regalarle… Si es que soy Kobe y gallineja. Ya no me doy cuenta de que las niñas nos crecen. Y se nos tiñen…

jueves, 20 de noviembre de 2008

Las Sensaciones de Suárez


Isabel no perdía comba. Me sentía escrutada, violada, incluso, por su mirada lasciva y oriental. Notaba cómo sus ojillos afilados como alfileres prendían mis movimientos, mis aleteos de tierna mariposilla en el Paraíso de la Creación. Ligera, elegante, grácil. Mis muslos desnudos y turgentes, sólo arropados por una delicada muselina, y mis pechos, escondidos entre mis cabellos, competían en blancura con las perlas tahitianas; en firmeza con los ópalos y topacios; en sensualidad con el rubí y el oro; y en pureza con el platino y los diamantes. Entendía perfectamente a la Preysler, la verdad -Clarividencia, también. Fuerte eh?- Mucha casa, mucha casa y de negro cocktail y melena lacia. Servidora, en cambio, era como una virgen tebana recién ascendida al Olimpo de los dioses... Y ¿cómo podría sentirme de otra manera si no? Mi cuerpo ondeaba entre urnas de cristal que guarecían la última colección de joyas de Suárez: Elite, ¿Qué fuerzas de la naturaleza se ocultaban entre aquellas caras y aquellas aristas para hacerme sentir tan deseable? El puñito de Carmen Duerto me contestó certeramente: 1.) De fuerzas de la naturaleza, pasando. Aquí, lo que importan son las manitas y el exquisito gusto de quién las engarzó. Así que, carcaj de Diana Cazadora, y a por Emiliano Suárez, que está ideal con su traje de David Delfín. 2.) Isabel Preysler no te mira. La que bizquea eres tú y, por cierto, que Eduardo Punset dedique un monográfico a su cutis sobrenatural. 3). Cari Lapique te lleva llamando 20 minutos. ¿Te confunde con Nana Mouskouri? No, Cari me adora y yo a ella pero, estás en lo cierto, mi aspecto es el de la Mouskouri, que no sé si era tebana o virgen pero tenía una pinta monja pagana total. La Cortázar asintió a tanta verdad junta mientras daba un golpe de melena rollo Marisa Jordi de Borbón pero en rubio y consideré que debía darme al joyón y/o al rumor de altos vueltos. Nada de Raqueles Mosqueras y cuitas como ¿fue Mimosín o clembuterol lo que anegaba su estomaguito? Sino más bien ¿quién se acolgaja en la trenza de doña Elena? Hipótesis muchas, confabulaciones, varias, y dudas, todas....
Y si preguntaba a Blanca de Irujo que sabe de rupturas y noviazgos veloces? La vi con cabellos foscos y de poca confianza. Y a Naty Abascal? Malmetería mucho dado que es íntima de Don Jaime? No me atreví. Me impusieron sus botines con lazada coral a juego con su Lacroix. A quien le dijeras que hace dos días tenía el hígado como una piedrecita pómez... Precisamente el mismo tono que el del vestido de Adriana Abascal de Villalonga, reina por siempre de Telefónica... Aunque para regia, mundana, pero regia, ni el brocado de Hannibal Laguna de Mar Saura, ni el caderón de Terelu en plan Menina austriaca, ni la chaqueta de punto plateada de Beatrice d'Orleans o el traje azul petróleo de Boris Izaguirre: Isabel Preysler. Hasta los cámaras pedían su atención llamándole Señora. Lástima que tuviera que salir corriendo. Tenía que preparar los sandwiches y los gusanitos del cumple de Tamara porque es mater amantisima y yo no llevaba ningún tupper que prestarle... Menos mal que me quedaba la ensoñación. Y Suárez, que como París, bien vale una misa.

lunes, 17 de noviembre de 2008

En grajeas y con tono caoba


Casi me pega. Lo que te digo. En los Cosmo. Lorena Van Herde. Que le dije una verdad. Por la espalda, claro, que yo soy de decirte las cosas por detrás. Quién se iba a pensar que tenía el oído de tísica y la nariz torcida al mismo tiempo. Total, que me oyó. Que “no me gusta naaaada”, comenté. Muy vocal. Y no le gustó ni un pelo con lo constructiva que era mi crítica. Ya ves tú. Vale que servidora iba pedo. A la pilota Carmen Jordán, le llamé Pili, de Pilota. Y, por eso, me pilló. Que estaba baja de defensas e intentaba ligarme a un amigo de Maxim Huerta aprovechando que éste ejercía de buen samaritano con alguna choni a la que se le había roto el tacón en pleno photocall… Menos mal que me desquité con Cristina Piajet en Vasari interceptando su conversación privée. “Pero ¿no estaba muerta?”, te preguntarás Muriel, que eres mala, Muriel. Pues no, aunque sus puntas abiertas te hagan pensar lo contrario. Está viva y en pleno éxito. “¿Sabes que vuelven las modelos mayores? Me he quedado flipada. Tengo que ir a Nueva York... Fuerte, eh? A la vejez, viruelas”, decía la pobre expresando su verdad en forma de haiku ibérico mientras yo me fumaba un pito pelada de frío en los porches de la Maison Françcaise, con mi wrap dress de Diane Von Fustemberg, y mi bolso de Bershka. Sí, de Bershka. El mismo que le desolló las manitas a María de León en el open day de Pedro del Hierro, que me habría quedado yo a vivir en ese atellier tan bonito. Toda la colección primavera-verano expuesta ante mis pestañas y con unos complementos como para quedarte muda. Yo. Muda. Y muerta. Como se quedó la sevillana cuando cogió las asas de mi journal bag de poliespán y vio que se quedaba sin dermis y/o epidermis. Es que me creo que soy Laura Ponte y no. Mi felling es más Toñi Salazar. Y encima, la Ponte sabe cómo ponerme los dientitos largos. Me contó, mientras combinaba Azzaros y Zaras, -y vuelvo a Vasari- que se había comprado en El Rastro y por ¡7 euros! un tailleur de Valentino en paillettes. Así, sin anestesia. Ya le tuve que contestar yo: “Qué suerte tienes hija. Con dos duros, ya vas mona. Yo, en cambio, soy como la Lomana, el PIB del continente africano me lo plantifico en una torera verde mosca y ni estoy bien para una reunión del APA”. Un tono, por cierto, el tornasolado, que Alvarito de Marichalar combina a la perfección con su caoba capilar. Muy casual. Como Paloma San Basilio pero sin golpe de secador y en soriano. Pero no me quiero distraer, que lo que te quería contar era que estuve con Genoveva Casanova. No sabía si llamarla Genoviève o Geno. Y es más Genoviève, te digo. Fíjate que, a la pregunta: “¿Qué le parece la Duquesa de Alba?” podría contestar: “Un langostinillo”, con lo cual sería más Geno. Pero no, es supermegafina y supermegacomprometida con la pobreza que le circunda… Bueno, que circunda la calle Serrano, Ortega y Gasset y Velásquez, y no contesta, porque, evidentemente, es Genoviève. Me pareció ideal. Porque la fiesta era ideal. Con ese embajador biondo biondísimo no hay otra, aunque a mi íntima Mary G. se le colara una piernita en una alcantarilla y terminara con la rodilla “como violada por un gato. Montés”, declara. Y como es de natural melodramática, ya se veía entre bolsas de guisantes abrazando la locura como Raquel Mosquera, que en gloria esté porque, con el prozac, está en la gloria. Con dos blister de grajeas, a mí, como si me echaran de Ambiciones. Encantada de la vida.

jueves, 6 de noviembre de 2008

El pelling y la vida interior


Cómo me gustaría tener vida interior. Hija, no sé, encontrarme en una disyuntiva moral y/o ideológica. ¿Obama o McCain? ¿Sí al matrimonio desigual? ¿la Duquesa de Alba tiene derecho? ¿Mari Jose Campanario: cárcel sí o cárcel no? ¿A qué huelen las nubes? Pero, nada, servidora no tiene estados de ánimo, tiene estilismos y, cari, debo decirte mientras me haces el pelling químico que, para el cutis, no hay nada mejor que lo natural y lo congénito. A Dios gracias que tengo este karma tan ideal. Esto es: dado que no tengo interior, todo me lo echo encima, o seasé, en el exterior. La parte interna me la cultivo, rollo cupletista. Sí, nena, como Olga Ramos y aquel bonito tema: “Tengo un jardín en mi casa/ que es la mar de rebonito/ no tengo quién me lo riegue/ y lo tengo muy sequito”. Yo, seca, véase, con escamaciones, tengo la gargantita, por eso estoy to’l santo día como Sue Ellen en Nochevieja. Y gracias a que estamos en crisis y el luxury vive horas altas, esta semana tuve 1) la oportunidad de ponerme morada en la second hand de Las Rozas. 2) la satisfacción de burbujear entre cavas y conocer a una gran señora, Mari Mar Raventós, con masia y todo que lo hiperflipas. Seny y diseny. Laura Ponte se vino conmigo. Es fascinación lo nuestro. Ella, la pobre, venga a hablar de la Reina y, en consecuencia, venga a desmentir. Es que Pili Urbano es mucha Pili. Que si Doña Sofía monta en burro sin descanso. Que si en Grecia batía yoghourt. Que si cada vez que hay Gay Pride le cortan la Gran Vía y no hay forma de entrar en Loewe. Sus cuitas. Sus problemáticas. Pues te digo mi verdad, no sé si son las de la Reina o las de Pilar Urbano o las de Linda Hunt en El año que vivimos peligrosamente o tal vez en el Planeta de los Simios. Aunque, también te digo, son cuitas y punto ¿No dice la Campa que le piden más años de cárcel que a un pederasta? Populista y demagoga que es ella. Pero, oyes, cada una es cada una. Otro punto. ¿Tú te crees que casi le pregunto a la Reina por su tema? En el estreno de El Greco, mientras que a Maribel Verdú le daban un homenaje. ¿Que por qué fui a ver a Doña Sofía cuando podía leerme las memorias de la Enríquez y Emilito Oliva, que los adoro, y dejarme de mamarrachadas? Nena, culpa a mi vida exterior. Al lado de Juan Diego Botto en versión “pido en el Metro” o “vendo 2 bragas a 1 euro” luzco más que con Maribel vestida de Mariella Burani. Ahí te lo digo todo. Estuve por regalarle al mayor de Cristina Rota el nuevo perfume de David Bisbal pero me apiedé de él no fuera que conociera a una Elena Tablada de mercadillo y se diera al consumismo con lo que él es de koljovita. Si es que otra cosa no seré pero, a piadosa, no me gana nadie. Ni Pitita con sus dos metros de cardado en ascensión mariana que esa consistencia es milagrosa. Y hablando de milagros, de cristiandad y de caidas en el pecado: la Infanta Elena. Esos estilismos responden a los peores efectos colaterales de un divorcio en el seno de una Familia Cristiana. Allá Sienna Miller con su anglicanez, su Balthazar Getty y sus leggins pero, ¿adónde vamos a ir a parar en las Españas? Por favor, que alguien con cordura nos devuelva a Don Jaime. Si no hay cohabitación que no la haya pero, que mande los dress codes principescos via email. O que alguien le regale el libro de Amancio Ortega y se lo grape a la trenza. O que un niño de Naty se pase por Zarzuela’s Palace. Por cierto, termina rápido que he quedado con la Abascal a comer. Pollo cocido con arroz blanco. Tenemos, ambas, la vesícula fatal.

La Reina y el caballero de la mano en el pecho

Con la que está cayendo... Que si cuece y no enriquece. Que si ve un burro y a la voz de ya, ya está ella cabalgando sobre el animalito protegido pasándose a la WWF y a Adena por el forro. Que si ve un aderezo en forma de zarcillo y no hay quien le pare a la hora de colgarse complementos, incluyendo el propio joyero. Que si ella y el matrimonio gay son como Isabel Preysler y Julián Muñoz: realidades divergentes... Bueno, y ¿qué? ¿O es que acaso pensaba Pilar Urbano, esa mujer cuya cabeza crece en sentido inversamente proporcional al del resto de su cuerpecito, que la Reina se iba a recluir en Zarzuela amedrentada por una conversación de dos nanosegunos tipo: “Hola, Majestad?, “Hola, Linda Hunt, bonito disfraz”? Doña Sofía no es de esas, que menudo cumpleaños le están dando, como si no fuera suficiente castigo el que todo el mundo sepa que tiene 70 años. La Reina sale cuando le da la gana; se plantifica un vestidito color berenjena con mangas en pliegue a la japonesa y un cinturoncito en strass porque quiere; paraliza la Gran Vía y la policía municipal aparta al pueblo porque, oye, el pueblo es muy pesado, porque así lo está reglamentado; y se ve un filme de estreno a la sesión de 20:30 porque ella es Reina y, a las 22:00, tiene que estar en casa y echarse la Ponds con colágeno juvenil. En resumen: Doña Sofía coge el toro por los cuernos, de Victorino Martín o de Rodas que, para eso, es griega y anoche, de hecho, sin vestirse de odalisca, sirvió de real anfitriona del estreno de El Greco, de su compatriota Yannis Smaragdis con un guapísimo Nick Ashdon interpretando al pintor cretense. Junto a ellos, la cuota española del filme: Juan Diego Botto y su rollo “soy bohemio” que no se cree ni Perry y Laia Marull que, si la llegas a comparar con la turgente Dimitra Mtasouka en rosa maquillaje, en vez de cuota española parecía de la cuota del 5% de integración. Menos mal que teniendo a Pitita Riudruejo y su extracardado amenazador, no reparabas en ella. Ni en ella ni en nadie la verdad. Porque el de Natalia Figueroa, que no se debiera haber quitado jamás la túnica verde menta de la boda de su hijo, o el de Alvarito de Marichalar, inclusive, adolecen de naturalidad. Como el rubio de Beatrice D’Orleans. Pitita, en cambio, busca reinventarse. La reinvención es la madre del cordero, caris.