martes, 16 de septiembre de 2008

Entre troupes anda el juego

He recibido varias llamadas reprobatorias. De vosotras. Por mi actitud. La de ayer. Entre violenta, agresiva e, incluso, hiriente. Es que, caris, compredme, me ví en plena Cibeles, besuqueda por guapos como Rubén Sanz, al que hago unos ojitos que me voy a quedar bizca, y agasajada por makes up, trapos y bolsos es normal que me venga arriba. Me visualizo y soy como Anne Wintour, con el celular en ristre y rollo compra-vende, compra-vende. Y eso que servidora es más Suzy Menkes. Lo digo por el tupé no por la circunferencia. Que también. Y no quiero seguir hablando de tupés que hago pucheros. Porque sí. Ya estoy venida abajo, a vuestro nivel, vaya. Es que a parecidos jugamos todas, reinas. Y ayer Carlos García-Calvo, al que idolatro, me dio el suyo y razonable. “Ana Condez”, me dijo, a lo que yo me cuadré ipso facto. “Te has cambiado el look”. Tragué. “Tienes el cabello talmente Ana Botella”. A mí me asaltaron los recuerdos del verde pistacho y el sastre con hombrera en V y se me saltaron las lagrimas. Pero, nenas, qué va. Que Ana Botella está estupenda. Que es tener un rumor en la calle sobre la hombría desatada del marido y que te venga la belleza, así, como un caballo desbocado sobre pómulos, mentón y labios. Vamos, que Carlos me echó un piropo. Sólo por eso, feliz que estaba, me equivoqué y entré en el desfile de Elio Benhayer, que era como entrar en el de Pierre Balmain en el 83. Pero el error devino despiporre y, no sé si fue por la laca, que quedé extasiada. Como el agujero de ozono. Me puse enfrente de Aurora Bautista recitando aquello de “No lo despertéis, el rey no está muerto, el rey está dormido” pero solo conseguí que Tessa de Baviera se quedara ojiplática. Y Laura Valenzuela también, aunque esa expresión la llevan a todas partes. Como Charo Palacios el pasador y Alyne Romanones el cardado con presilla. Beatrice d’Orleans innova, sin embargo. Con Elio, tailleur gris, y con David Delfin, blanco y zapatos bicolor. Moderna. Es que las butacas de DD fueron como una segunda parte de Tacones Lejanos. Pedro Almodóvar -que no sé ya si graparme en una teta un cartelito que ponga “Te necesito” para ver si llamo su atención- y Miguel Bosé, con una tripa que la llama, la atención, digo, aparecieron en un descapotable a las 17:00 de la tarde como dos toritos bragados. En la barrera, Bibiana, más que ayer pero menos que mañana porque cada día está mejor; Alaska y Mario, a los que adoro; Elena Benarroch –nena, una estolita de zorro, qué te cuesta-; y Mariola Fuentes y Antonia San Juan que ¡coincidieron con el mismo vestido! Ellas se hicieron fotos porque son así. La que suscribe, como en Solo ante el peligro, pistola que te crió y, la que más tarde desembuche, a casa a cambiarse. Vale que no todas tenemos el armario de Eloisa Bercero, pero un wrap dress de Zara, sí. Coincidimos en Miguel Palacio. Eloisa, Marta et moi. Marta Sánchez ahora es megasobria. Gris rata en: vestido, leggin, botita y complementos. Y melenón extra rubio. Como el de la Ministra Salgado en Juanjo Oliva pero más “Hola, soy Ministra”. O sea, “Me mola la moda pero nunca canté ‘Soldados del amor’, si no ‘Al Alba, de Aute”. Aunque, para melena, la de Sergia Arola. ¡A mí, unas tijeras! Y un copazo Juanjo Oliva con Grey Goose, Cointreau y un toque de lima. ¿Hace o no hace?

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